Gloria Guerrero
Gloria (46) es asistente social, estudió en la Universidad Católica Silva Henríquez y trabaja hace 18 años en el CESFAM de Pudahuel Poniente con 39 mil personas inscritas. La pandemia la enfrenta desde el primer día con optimismo, pese a haberse contagiado, pero a la vez con una crítica dura hacia el Estado y el gobierno. Asegura que en enero nadie capacitó al personal de salud y no hubo ningún protocolo para hacer frente al COVID-19 que llegaba al país. Más que a la pandemia le teme a la cesantía y a los profundos problemas de salud mental que traerá ésta como consecuencia.
Su labor diaria durante la pandemia consiste en diversas visitas domiciliarias a adultos mayores y a familias vulnerables de la comuna, a las que ayuda a resolver desde conflictos cotidianos hasta casos de situaciones de alto riesgo. Es por esto y a su contacto con esa realidad es que conoce el Chile que tras el estallido social comenzó a ser más visible. Sabe que no hay palabras para el hambre y que la pandemia sólo vino a agudizar aún más las desigualdades, que la revuelta social de octubre de 2019 remeció a los y las chilenas. No cree en la pobreza, cree en la marginalidad y asegura que su rol y el de sus compañeros como funcionarios públicos hoy es más importante que nunca.
Se define como hija de la dictadura, como parte de una generación que creció con miedo. Su padre fue preso político y el 18 de octubre mientras caceroleaba lloraba en su balcón. Vive en Santiago Centro, cerca de la “zona cero” y ese día revivió los recuerdos de un país que ella no quiso y no quiere para nadie. Confía en el nuevo Chile que se está construyendo, pero cree que los cambios con piedras no funcionan. Siente una profunda admiración por la juventud y a futuro espera seguir aportando desde su profesión a que la desesperanza aprendida de la sociedad cambie y sea posible vivir dignamente.
