Mauricio Cortés
MAURICIO CORTÉS (52) es dueño de la funeraria Inmaculada Concepción de Rancagua, oficio que toda su familia paterna viene realizando desde su bisabuelo, pero que él recién inició hace ocho años tras considerar que invertir en un negocio conocido era la mejor decisión para lograr estabilidad laboral.
Desde que comenzó la pandemia, cuenta que han sido meses complicados, que la gente no cree en la gravedad del asunto hasta que se enferma y que ha visto a la gente sufrir por no poder despedirse de sus familiares, “de hecho yo tampoco los veo”, agrega. Además, señala que en la segunda ola se está contagiando masivamente la gente joven, que dos familiares directos de él ya han tenido el COVID-19 y que los hospitales efectivamente están colapsados.
Nacido y criado en Rancagua, creció bajo el amparo de su abuela luego de la separación de sus padres, donde “vivía con siete mujeres y una abuela muy machista”, cuenta Mauricio. Tras sus estudios secundarios en el liceo Oscar Castro, emigró a Santiago para estudiar ingeniería en computación, carrera que abandonó a los tres años tras casarse con su actual esposa.
A partir de su matrimonio comienza un largo periplo por diversos trabajos para salir adelante. “Nos farreamos la plata y estuvimos muy mal económicamente. Pasamos hambre. O comían los niños o comíamos nosotros”, recuerda Mauricio, y tampoco olvida cuando instituciones como la JUNJI le cerraron la puerta. “Fuimos a pedir que nos recibieran a los niños y no lo hicieron porque supuestamente teníamos refrigerador y teníamos cocina. Ningún gobierno nos ha ayudado jamás”.
Mauricio destaca que fue constante esfuerzo del trabajo y el apoyo familiar le permitió a su familia tener las condiciones actuales: una casa, un hijo profesional, otros dos hijos estudiantes universitarios, cuatro vehículos y un negocio relativamente estable. “Y aunque no haya terminado mi carrera, salimos adelante igual”, enfatiza.
Mauricio Cortés reside actualmente reside junto a su esposa y sus tres hijos en Villa Tuniche, Rancagua.
